Por lo general, la carretera del puerto es transitable desde mitad de junio hasta mitad de octubre.

Observando un mapa geográfico, la larga cordillera de los Alpes parece dividir Europa en dos, de este a oeste. A través de esta cadena, se abren puertas de comunicación que ponen en contacto los pueblos del sur con los del norte.

El Gran San Bernardo es una de estas puertas: durante largo tiempo, fue una de las principales y de las conocidas desde más antiguo. Situado a 2.472 metros de altitud, el monte está dominado por el norte por la Chenalette, por el sur, por el Mont Mort, y por poniente, por el Pain de Sucre.

El valle, a causa de su situación, está expuesto a vientos casi incesantes y a una temperatura que oscila entre un mínimo de -30°C y un máximo de +19°C. La precipitación anual de nieve alcanza, y a veces supera, los veinte metros.

En los comienzos, para subir al puerto existía solamente un pequeño sendero que flanqueaba el borde del lago.
La construcción de la calzada romana se remonta al año 12 a.C., bajo el mandato del emperador Augusto.

En el 1045, San Bernardo de Menthon promueve la construcción de un hospicio en el puerto, gestionado por una congregación de monjes regulares y cuya misión era rescatar, ayudar y proteger a los numerosos viajeros, entre ellos, los peregrinos, que recorrían la Via Francigena.

A partir, al menos, del siglo XVI, los monjes criaban perros molosoides para la guarda y la protección del hospicio, pero también para muchas otras tareas. El uso que los hizo famosos en todo el mundo fue el de auxiliar a los monjes a seguir la pista en la nieve fresca, prever la caída de aludes y encontrar a los viajantes perdidos en el temporal, o incluso sepultados por la nieve. A partir del siglo XIX, se seleccionó la raza conocida hoy como perro San Bernardo.

En el 1892, se abrió la carretera transitable actual en la vertiente suiza; la de la vertiente italiana tuvo que esperar hasta el 1905. En el puerto se puede disfrutar de la vista de un pequeño lago, helado hasta bien entrada la primavera, y de un paisaje impresionante de las montañas que lo rodean.
Si hay que nombrar personajes que han dejado la impronta de sus pasos en este puerto histórico, sería fácil encontrarlos en todos los siglos. El paso más espectacular, sea como fuere, sigue siendo el de Napoleón, quien, con su ejército de 40.000 hombres y 5.000 caballos, 50 cañones y 8 obuses, atravesó el valle en el 1800. El paso de la artillería representó una enorme dificultad, y fueron necesarios ocho días para hacer pasar el ejército por completo.