Rozados apenas por el turismo de masas, el valle del Gran San Bernardo, el Valpelline y el cañón de Ollomont ofrecen panoramas ásperos y sugerentes y permiten observar los fragmentos todavía vivos de la antígua economía alpina del Valle de Aosta.

En el paso del Gran San Bernardo se pueden observar algunos tramos de la calzada romana que conducía al Summus Poeninus, lugar de tránsito en el que después surgiría el Hospicio, fundado por San Bernardo de Menton. Este lugar de acogida y de gran espiritualidad resulta activo todavía hoy y se puede visitar.

El Valpelline ofrece en su parte final el espectáculo del lago artificial de Place Moulin, cuya enorme presa fue completada en 1965: una obra de gran relieve económico para la producción de energía hidroeléctrica, pero también la ocasión para un tranquilo paseo por el sendero que la costea.

El cañón de Ollomont es una pequeña joya suspendida sobre el valle central. Aquí uno se encuentra en un ambiente absolutamente salvaje y poco visitado, donde se pueden ver ejemplares de la fauna local. La cuenca es rica de aguas y de flores y está rodeada por una soberbia cadena de cimas.